Toda la esencia de Star Wars revive en El despertar de la Fuerza
J. J. Abrams dirige con maestría este «Episodio VII
», que
cuenta con un argumento más sencillo, una dosis muy
equilibrada de parafernalia digital y mayor presencia de
personajes de carne y hueso.
Pablo OLIVEIRA Y
SILVA
La Fuerza ha despertado y esta vez supone una magistral
resurrección. La séptima entrega de la saga de
La guerra de
las galaxias
es un auténtico revival de emociones de la
primera trilogía creada por George Lucas, que se sacude de
forma convincente los errores de los criticados tres episodios
de las precuelas que vinieron después. Un filme de
136
minutos cuya producción despertó innumerables dudas
acerca
de su viabilidad argumental, pero al que J.J. Abrams consigue
dar sentido a través de la simplificación de la trama, una más
que correcta dirección de actores y un adecuado equilibrio
entre escenarios reales y efectos digitales, reviviendo 30 años
después lo mejor que destiló la trilogía original.
Con numerosos guiños para los auténticos seguidores
de la
saga, Abrams dirige a un selecto conjunto de actores recién
llegados y otros más veteranos, sin que la mezcla r
esulte
patética. Muy al contrario, el director estadounidense, ha
llevado a buen puerto esta nave espacial gracias a
una dosis
medida de efectos especiales, completamente alejada
de los
excesos de las precuelas y siempre al servicio de las
necesidades del guion. Algo que también es llamativo en la
música que firma John Williams, que se integra perfectamente
en todas las secuencias de la película.
Pero en
El despertar de la Fuerza,
Abrams parte con una
ventaja con la que no contó el propio Lucas al producir las
trilogías anteriores. Y es que todo lo que vemos en
esta
primera entrega de la saga con el sello de Disney ya existía en
este universo y se aprovecha ahora al máximo, resultándole al
espectador mucho más familiar que las precuelas. Al
firmar
también la producción y el guion, se aprecia que el
realizador
afina con mucho arte toda la orquesta, ofreciendo las dosis
necesarias de efectos dinámicos, giros argumentales
y hasta
las clásicas bromas que son necesarias para descarg
ar la
tensión del drama.
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